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2640Tradicionalmente cuando hablamos de hogar lo interpretamos en femenino. Pero el hogar es como el mundo, de todos. Convertimos nuestra casa en hogar cuando volcamos en ella nuestras biografías, las de todos los que convivimos en él. Entonces deviene memoria viva de nuestras alegrías y pesares, de nuestras charlas y silencios, de nuestras lecturas, de nuestras andanzas por el mundo, de nuestro reposo… y de cada día de cada mes y de cada año que pasamos en él.

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Acudo al nuevo programa de 8tv Migdia de Ruth Jiménez para hablar del ama de casa hoy. El tema surge a raíz de una entrada enciclopédica que define a la princesa Leticia como ama de casa. El periodista Miquel Valls introduce la cuestión leyendo las definiciones que del término «ama» aparecen en el Diccionario de la Real Academia Española. Empieza por «cabeza o señora de la casa o familia» y de ahí va degenerando. En la acepción ama de casa indica: » Mujer que se ocupa de las labores de la casa». Correcto. Consulto el María Moliner -con respeto y admiración tras ver la obra teatral que interpreta Vicky Peña- y encuentro: «Se aplica a la mujer que se dedica a las tareas de la casa».

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Durante años me he oído decir: «tú si que te lo montas bien». ¿A qué respondía esa frase?. Al hecho de que a los pocos días de que mis hijos acabaran el colegio, cogía el coche, lo llenaba hasta los topes de comida, ropa, juguetes, deberes y demás, y me instalaba en la casa de vacaciones. Realmente ha sido un privilegio para mis hijos durante muchos años evitar el calor sofocante y húmedo del verano en la ciudad y el poder respirar el aire fresco y sano de la montaña. Para mí, también. He podido dormir con las ventanas cerradas y disfrutar del sol de la mañana, de los baños en la piscina y de los paseos en busca de moras. Pero, chollo, chollo, no era. Yo solía contestar a los que alegremente me acusaban de tener unas vacaciones escolares que hacía lo mismo que durante todo el año pero que cambiaba de paisaje, y que eso ya me compensaba.

Pero mis hijos han ido creciendo y este año seguimos ultimando el mes de julio en la ciudad. Ya no les resulta suficientemente atractivo el cambio de paisaje. Buscan algo más. Algunos días han estado fuera, quieren que los primos vengan un fin de semana a la montaña pero luego estar ellos en la playa en su casa. Mis hijas adolescentes necesitan quedar tres veces al día con amigos diferentes y probar helados, ver películas de cine, quedar en casas y dar vueltas y más vueltas por la ciudad calurosa y sofocante. Y yo, ama de casa de profesión, me adapto a las nuevas tendencias y ocupo mis días en mil ocupaciones doméstica y de ocio. Hemos hecho algún fin de semana más largo con los chicos, hemos hecho saliditas y hemos avanzado tareas de cara a septiembre como comprar libros y batas para el colegio.

Y ahora en agosto empezaremos las vacaciones todos. También las mías. Por primera vez me planteo seriamente compartir las tareas de la casa con todos los miembros de la familia. A mí tampoco me basta con cambiar de paisaje. Estoy dispuesta a ofrecer mi experiencia a quien la reclame, pero las vacaciones las debemos disfrutar todos. Estoy segura que ese descanso revertirá en bien de todos. Ya os contaré cómo me va.

En agosto el blog estará activo para que podáis consultar o sugerir los temas que os apetezcan. He reservado unos post muy especiales que  introduciré una vez por semana. Espero que los disfrutéis allí donde estéis. ¡Buen verano!

Enlace relacionado: Cuidar la mente del ama de casa

Algunos estudios indican que el colectivo de las amas de casa es más propenso que otros a pedecer depresión y por consiguiente a depender de fármacos para recuperar estabilidad. El filósofo José Antonio Marina explica que todas las personas necesitan ser reconocidas en su tarea para sentir reforzada su autoestima. Señala también que muchas amas de casa no tienen ese reconocimiento, que sienten que su trabajo es gratis e invisible y además perciben que no hay progreso en su carrera. En otros tiempos, las mujeres se quedaban en casa sin contemplar otra opción, con un destino ineludible. Hoy muchas mujeres trabajan en casa porque no encuentran trabajo fuera de casa, porque su entorno les empuja a ello y también hay mujeres que eligen estar en casa. Esa es el ama de casa que trabaja en lo que le gusta, que se siente realizada con sus tareas. Ese es mi caso.

Tener el reconocimiento de los míos y darme cuenta que mejoro, que aprendo, que soy más «profesional» ahora que hace diez años me estimula a seguir avanzando día a día. Pero es importante tener ese cariño y ese mimo de los tuyos para sentir que tu trabajo no es obra de un mago. Los pequeños reconocimientos cotidianos («gracias por comprarme el champú», «qué buena estaba la comida», «me gustan las velas nuevas»…) son el motor de un ama de casa que limpia y ordena para crear un ambiente de complicidad familiar. El ama de casa trata con sentimientos, vivencias y experiencias de todos los suyos. La empatía es una de sus capacidades más desarrolladas y eso le hace vivir intensamente y de primera mano lo bueno, pero también lo malo.

La mente del ama de casa debemos cuidarla nosotras mismas, alimentándola con pensamientos positivos, con ratos de reflexión y tranquilidad, con inicitaivas para el presente y con proyectos de futuro. Estoy aprendiendo a buscar cada día unos minutos para mí, para recargar las pilas y poder proyectar energía. Creo que es bueno tener ilusiones, soñar con pasisajes idílicos, encontrar unos minutos para leer, recuperar sueño cuando vamos escasos, etc. Mi madre siempre dice que el sistema nervioso es de cristal. Y es verdad. Hay que cuidarlo. Mente y cuerpo están en sintonía cuando nos preocupamos por ellos. Y esta actitud sirve para todas las profesiones.

Enlace relacionado: Amas y amos de casa

No hay duda de que el trabajo del ama de casa es cansado. Algunas personas que no se dedican a esto y que algún día les ha tocado trabajar en las tareas domésticas lo definen como «agotador». A pesar de que los trabajos de casa nos llevan a estar en movimiento la mayor parte del tiempo, ese movimiento quema muy pocas calorías. Las estadísticas recogen que, por ejemplo, pasar el aspirador una hora sólo consume 250 calorías. Existe una forma muy disciplinada de trabajar el cuerpo a la par que hacemos las camas, limpiamos el baño o planchamos la ropa. Consiste en hacer series de contracciones en el abdomen o en los glúteos para fortalecer esas zonas y además trabajar la respiración. Pero eso sí que resulta agotador.

El ama de casa puede evitar dolores musculares y articulares corrigiendo malas posturas o algunos vicios como agacharse de golpe sin flexionar las piernas o no protegiéndonos las manos con guantes al usar agua fría.» El mal del tenista» también lo padecen las personas que trabajan en casa y que realizan muchas tareas forzando las muñecas. Así como las lumbalgias que provocan coger exceso de peso. Está en nuestras manos cuidar esos aspectos y delegar algunas tareas para que esas dolencias no se conviertan en crónicas.

Los que estamos en casa somos también más propensos a sufrir pequeños accidentes como quemaduras cocinando o planchando, rasguños con las plantas, cortes con utensilios de cocina o alergias con determinados productos de limpieza. Las prisas son malas aliadas para conservar el tipo. A veces la precipitación nos lleva a pequeños desastres que pagamos en nuestra propia carne. Como en tantos otros campos, hay que contar hasta diez y actuar con tranquilidad. Y donde no se llega, no se llega.

La posibilidad de hacer ejercicio físico de forma regular es la mejor solución para que nuestro cuerpo esté activo y sano. Hay etapas en las que no hay tiempo para extras. Entonces es cuando nos proponemos ir a buscar a los niños caminando o hacer los recados de la casa trazando un itinerario que nos permita andar como mínimo media hora. La bicicleta estática y la tabla de abdominales es otra opción. Pero implica mucha voluntad y quedarte con el mismo paisaje. Afortunadamente llegan años en que los horarios de casa te permiten poder ir un par de días al gimnasio o a nadar. Y eso sienta fenomenal.

Estar en casa no te condena al descuido físico ni a la constante tentación de abrir la nevera para picar. Podemos invertir esas tendencias, tan comentadas en algunos estudios sociológicos. ¿Cómo lo hacemos? Viviendo, trabajando con optimismo, ganas y profesionalidad. Por lo tanto le damos la vuelta a la tortilla: cuido mi imagen y aprovecho que estoy en casa para comer tan sano como el que más.

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