¿Quién no tiene un teléfono móvil? Estamos prácticamente en una proporción de un aparato por adulto. El mío es un dinosaurio y causa de burla entre familiares y amigos, pero me hace el servicio que necesito. En la segunda parte de la película Wall Sreet, que se proyecta estos días en los cines, el protagonista (Michael Douglas) sale de la cárcel después de ocho años de internamiento. Cuando le dan sus pertenencias le devuelven un teléfono móvil, mucho peor que el mío, que suscita las carcajadas de todo el público. El avance de los teléfonos móviles ha sido espectacular en estética y prestaciones.

Los móviles han entrado en nuestras casas. Cada uno llega con el suyo. Hay quien lo abandona en un vacía-bolsillos o en una mesa y se olvida de él hasta que vuelve a salir de casa. La mayoría de las personas lo siguen teniendo cerca y lo van trasladando de un sitio a otro. En casa se cargan las baterías. Hay tantos cargadores como móviles hay en casa. Buscamos, por cuestión de orden, un lugar donde centralizarlos: un cajón en la cónsola de la entrada. El problema es que unos lo enrollan perfectamente; otros lo meten a presión; y otros enredan unos cables con otros, e incluso, hacen nudos. Al ir a buscar el cargador con prisas, el panorama empeora y cada persona busca aceleradamente su cargador dejando el cajón hecho un caos. Quizá sería más práctico que cada persona guardase el suyo.

¿Dónde cargamos los móviles? En mi entorno de familia y amigos la cocina es un lugar habitual que no corresponde a criterio alguno. Mi marido dejó de hacerlo cuando una de nuestras hijas, medio dormida, derramó un vaso de agua sobre su teléfono mandándolo al otro barrio. Yo suelo cargarlo en el baño y lo meto en una cesta con cosméticos. Mis hijas cerca de la cama o en sus mesas. El Feng shui desaconseja tener en la habitación aparatos conectados que puedan enturbiar el descanso. Parece razonable.Venden unos cubos para centralizar la carga de varios móviles. No sé si nos aclararíamos porque visto lo del cajón…