En pocos días el calendario marcará oficialmente el inicio del otoño pero la realidad es que el verano se resiste a retirarse. Los 29 grados con un altísimo índice de humedad de la ciudad de Barcelona te derriten más que los 40 secos de Sevilla o de la meseta. El calor impregna nuestro cuerpo formando una película de transpiración que no desaparece con reiteradas duchas de agua fría. Es agobiante, sí, pero incluso así prefiero sobrevir acalorada e intentar que «circule» el aire con las ventanas abiertas que cerrar nuestra casa en plan búnker con una temperatura fresca de aire acondicionado.
El ver a mis amigas removerse en el sofá, tocándose el cuello de sus camisas con ganas de sacárselas y tirarlas por los aires; la llegada de mi marido después del trabajo con su americana y una cara de «si no pongo el aire, no resistiré ni un minuto más en pie» o la tierna imagen de nuestro pequeño recostado en el sofá como un perrito exhausto y sudando como un pollo me han conmovido. Me he armado de valor y he cogido el mando del aire acondicionado. Lo pongo a 26 grados y como mucho bajo un grado. Pero una vez en marcha no hay marcha atrás. Todos quieren más y más aire frío. Acabo arrullada con una manta, calada hasta los huesos y con resaca de garganta. Ese aire me va a matar pero si no lo encendemos caerán ellos.
No quiero parecer extraterrestre, pero ese aire que sale de los aparatos huele de otra manera. No me gusta y estoy convencida de que no puede ser bueno para nuestro organismo. Pronto dejaremos de hablar del tema por imperativos metereológicos y aparcaremos el debate hasta el verano que viene. Mientras sigue el calor os paso una facílisima receta que me pasa Javi Niño: lentejas con sandía. Mezclar las lentejas con dados de sandía que no suelten agua y añadir un poco de mostaza para darle un toque. Una buena alternativa para no coger el mando del aire acondicionado.
Enlace relacionado: Empiezan las «batallas» por el aire acondicionado
4 comentarios
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septiembre 22, 2011 a 22:31
Rossend
Te comprendo y compadezco Mey. Yo también soy de los que evitan el aire acondicionado, pero lo cierto es que cuando hago un trabajo intelectual, prefiero estar a una temperatura más bien fresca. Creo que pienso mejor así. Ya sabes que trabajo en un lugar maravilloso, un palacio gótico de gruesos muros y grandes ventanales, pero la belleza puede tener su cara menos bonita: en el despacho, por lo menos el mío, hace frío en invierno y calor en verano. Aun así, intentamos no pasarnos con el aire, pues sé de más de un caso de dolores de cuello, de espalda o de garganta que resultan incómodos y difíciles de curar con los cambios bruscos de temperatura. Hace años, cuando trabajaba en unas oficinas en plena Rambla, viví lo que llamé “el efecto cebolla”, pues allí a veces la temperatura era tan fría que tenías que abrigarte por capas y luego, al salir a la calle, te las ibas sacando. ¡Como la piel de la cebolla!
septiembre 22, 2011 a 21:34
alba
Mey, me sumo a los comentarios…yo en casa prefiero no ponerlo, de hecho llevamos dos años casi sin usarlo.
A mi también me molesta, en el autobus, en el coche, en los restaurantes… un poco sí pero creo que nunca está en su justa medida: pasamos de refrescar el ambiente a pasar frío sin medida.
septiembre 22, 2011 a 18:02
pili
no te preocupes Mey, no eres la única, yo prefiero derretirme que pasar frío.Y ya no te cuento para dormir….Me hace estar mal en casa. Los aires nuevos tienen la función de quitar humedad sin refrigerar y eso va mejor. yo también prefiero No utilizarlo.
septiembre 22, 2011 a 09:42
Alba S.
Mey, no eres extraterrestre, eres humana y el aire acondicionado a veces es inhumano y desagradable, y es verdad que huele raro, a mi tampoco me gusta demasiado, y salvo que el calor sea sofocante prefiero no utilizarlo; de todos modos no te preocupes, pronto llegará el otoño…. besos,
Alba